viernes, 15 de junio de 2012

DE MATEMÁTICAS Y CAMPAÑAS

Toda campaña electoral es un conjunto de promesas, propuestas y manipulación de intenciones. Esta peligrosa mezcla, si se resume en un mensaje sencillo y creíble, y se combina además con astucia e inteligencia, puede llevar a alguien al triunfo. Así sucedió con Clinton en 1992 (“es la economía, estúpido”), con Zedillo en 1994 (“yo voto por la paz”), con Fox en 2000 (“hay que sacar al PRI de Los Pinos”), con Calderón en 2006 (“el otro es un peligro para México”), o con Obama en 2008 (“yes we can”). Al final, el día de la votación la pirotecnia electoral se resume en pocas palabras, pocos temas, menos conceptos y algunos cuantos sentimientos públicos. Lo anterior no quiere decir que se pueda descuidar ese conjunto de promesas y propuestas que hacen los candidatos como si no importara su viabilidad técnica. Todo lo contrario. El nivel de discusión de la democracia mexicana mejora pero todavía se encuentra lejos de otras democracias en las que la prensa, los think-tanks, la sociedad civil y la oposición auditan, cuestionan, cuantifican, comprueban... En Francia, por ejemplo, Hollande y Sarkozy, y sus partidos políticos, se engarzaron en un interesante debate económico: ¿la alternativa es el desempleo o la austeridad? ¿Es viable el Estado benefactor con poblaciones avejentadas que cuestionan la sustentabilidad de las pensiones? Sarkozy sintetizó, por cierto, la diferencia de opiniones: “Usted quiere menos ricos y yo menos pobres”. En Estados Unidos, por ejemplo, no hay propuesta de candidato que no sea sometida ipso facto a un análisis riguroso por propios y extraños. Acá estamos lejos de llegar a ese nivel, lo que trae a colación al historiador y economista Murray Rothbard: “No es un crimen ser un ignorante en ciencia económica, que es, después de todo, una disciplina especializada, además considerada por la mayor parte de la gente como una ciencia lamentable. Pero sí es totalmente irresponsable tener una opinión radical y vociferante en temas económicos mientras que se está en ese estado de ignorancia”. En México, ya sea por el cálculo de supuestos costos políticos en algunos casos o por una rotunda ignorancia en el otro, ningún candidato ha reparado en la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, cuyo artículo 16 señala “… se deberán exponer los costos fiscales futuros de las iniciativas de ley o decreto… acompañados de propuestas para enfrentarlos”. En esencia, nada de andar promoviendo leyes o acciones de política pública que no tengan, por un lado, el cálculo de su costo correspondiente y, por el otro, su fuente de financiamiento para pagarlo. Claro que estamos en campaña pero sería ideal que la propuesta de Peña Nieto de jornadas escolares extendidas y útiles gratuitos para primaria y secundaria, por ejemplo, se cuantificara. Son (o parecen ser) buenas iniciativas, ¿pero qué tan buenas con? ¿Cuánto cuesta el subsidio de transporte para estudiantes en la preparatoria y universidad? Otra buena propuesta pero huérfana de números. A su vez, los candidatos del PAN y el PRI proponen un seguro temporal de desempleo y una pensión universal para adultos mayores. ¿Su costo? ¿El costo del Instituto Octavio Paz que propone nuestro “candidato ciudadano”? ¿Un cálculo aproximado de costos y beneficios de un tratado comercial con China? Sin embargo, lo peor de todo sigue siendo, y por mucho, la desfachatez de un candidato, quien reniega de las cifras del INEGI si no coinciden con su realidad, quien insiste en que como “tiene experiencia” los demás deben creer a pie juntillas la fantasía alrededor de sus números, quien habla él sí de proyectos faraónicos (refinerías, trenes balas… vaya, terceros y cuartos pisos) cuando que nunca entendió lo que es la evaluación de proyectos de inversión. Es una pena que en medio del debate del domingo, el presidente Calderón no hubiera resistido la tentación del famoso tuit con las cifras reales del total de sueldos de la alta burocracia. Es una pena porque fue un error innecesario, porque lo muestra en un estado de inquietud, pues era obvio que habría formas, y muchas, de poner al mentiroso en su lugar. Así lo hizo con elegancia el secretario de Hacienda al hablar de cómo la tragedia griega se explica por un programa económico que se basó en la ficción y en el engaño. Total, las campañas no son ejercicios de precisión matemática, pero deben ser ejercicios cada vez más responsables hacia el electorado. En la medida en la que se le trate como ciudadano informado que ejercita su mayoría de edad para analizar y cuestionar, en esa medida iremos teniendo mejores políticos, y ya no la especie que aún circula por el país aunque por razones generacionales esté cerca ya de su extinción (política).

No hay comentarios:

Publicar un comentario